martes, 3 de julio de 2018

CAPITULO 32

                 La alarma sonó como todos los días a las 6:40. Me quede mirando la leve luz del amanecer que se colaba por mi ventana, o en realidad era la luz del poste que alumbraba mi habitación todas las noches. Una vez mas me cuestionaba si levantarme o no. Esto ya es típico, imagino, de todas las personas que llevan un ritmo de vida monótono. Un ronquido que venía de mi lado izquierdo me hizo volver a la realidad. Ricardo llevaba conmigo casi un año, creo que le podía llamar relación a estar con alguien acompañándote para evitar caer en la oscuridad. Él se quedaba conmigo algunas noches ya que su trabajo estaba cerca de mi hogar. Lo observe por unos segundos, él tenia esa capacidad de despertar cuando alguien lo miraba, era como un radar.

- ¿Seguro que no puedes pedir el día? – preguntó bostezando mientras se acomodaba.
- Estoy muy seguro. Hoy tenemos el término de la auditoria y aún nos quedan algunas cosas que hacer.
- ¿Quieres que vaya por ti cuando salgas? – Su voz relajada me incitaba a quedarme acostado más tiempo.
- Tranquilo, tal vez me quede hasta mas tarde. Deberías descansar, así que quédate todo el rato que necesites. Hoy tienes libre, así que aprovéchalo. – le di un beso en la frente y le acaricié la mejilla. Acto que le sorprendió un poco, ya que siempre era él quien tenía gestos más románticos.

                Me levanté y fui directo a la ducha. El agua como siempre ayudaba a limpiar no solo el cuerpo, si no que me ayudaba a limpiar mi alma de esos oscuros pensamientos que de vez en cuando rondaban en mi mente, ya eran pocos, pero de vez en cuando aparecían. Ricardo había llegado en el momento exacto para evitar mi destrucción, para evitar que hiciera algo más estúpido. Si bien él era el único que podía entender como me sentía, mis sentimientos por el no eran los mismos. Era mas de un amigo, un compañero.

                Salí de la ducha, me pare frente al espejo empañado, lo limpié un poco para ver mi rostro. Me observé por unos minutos para poder ver al antiguo Daslav. Ese que soñaba con conocer New York, que quería gritar “¡Taxi!” tal como en las películas, ese que quería comprar un café en la calle o un hot dog; ese que sentía pasión al andar en skate con su mejor amigo y que le no le importaba caerse y golpearse las rodillas; el chico tonto pero que quería tener una vida. Ya solo veía ojeras de cansancio y ganas de desaparecer, pero que había prometido no hacer algo más por quienes aún estaban a su lado. El olor a pan tostado me hizo volver a la realidad.

- Tengo listo el desayuno, cuando quieras bajas y lo comemos. - Dijo tras de la puerta.
- Bajo en unos minutos. -  contesté apoyándome en el lavamanos.

                Busqué la ropa que había dejado lista la noche anterior, mi camisa blanca sin planchar, los jeans azules y las botas café. Mi nuevo trabajo me permitía ir un poco mas libre. Atrás quedaron los días de trabajar en el hotel, atrás quedaron los sueños de irme a las Torres del Paine. Sin embargo, me agradaba mi empleo actual. No tenía un gran sueldo, pero me permitía pagar las cuentas básicas y darme ciertos lujos que antes no podía.  Tras terminar el técnico en traducción de inglés, encontré trabajo en un colegio, bueno fue todo mérito de Ricardo, él me ayudo en muchas cosas. Ahora no hacía nada referente al idioma, y eso me gustaba porque así mantenía lejos mi vida pasada. Ricardo además de ser mi compañero me daba ánimos para seguir y creer que la vida tiene otro sentido más que estar acostado y bebiendo alcohol.

                Ricardo trabajaba en un restaurant, es el Chef estrella y admirado por todos sus comensales. El restaurant quedaba lejos de su casa y me había pedido permiso para quedarse en la mía cuando salía tarde. Yo no le pude decir que no, era muy amable. Tan amable, tan bueno que no podía entender que esperaba de mí. La mesa estaba lista, había café recién preparado, tostadas con mermelada de mora y un trozo de pastel que trajo a escondidas de su trabajo. La radio de la cocina estaba encendida y alcance a escuchar las ultimas frases de una canción de Los Smiths. Ya estaba retrasado, así que tome un sorbo de café y una tostada.

- ¿Quieres que te coloque la torta en un pote? - Vio mi apuro en mi cara – Así tienes algo de colación para la mitad de mañana.
- No te preocupes, cuando vuelva la como. – Di otro sorbo al café. Me gustaba su café, tenía algo que lo hacía más rico del que preparaba yo. ¿Será por que sabe de cocina? No lo sé, pero era rico.
- No te obligaré a que comas, pero si puedes, hazlo. – Me repitió mientras guardaba el trozo de torta en el refrigerador.

                Ricardo me entendía bien, había pasado por algo similar en su vida y nunca me obligaba a hacer algo que no quería. Me dejaba libre de tomar mis decisiones y eso me hacía sentir bien.

                Me coloque el abrigo, tome las llaves del auto y mi mochila. Él me siguió hasta la puerta y me entrego una bolsita con pasas, nueces y almendras. Las guardé y me dio un beso. Sus besos me hacían sentir que todo estaría bien y muy relajado. Su barba hacía cosquillas en mi cara. Ricardo era del mismo porte que yo. Era tres años y un día mayor. Me apretó juntó a él y sentí como sus brazos me quitaban el poco aire que tenía dentro. Su erección en ese minuto me provoco ganas de llevarlo a la cama y que desatáramos nuestros cuerpos, pero ya era tarde así que lo aleje de mí. Le revolví el pelo como lo hacía Leandro conmigo y salí de la casa.

                El taco era horrible. Siempre que Ricardo se quedaba en mi casa llegaba tarde. Si bien el horario de entada al colegio era a las 8:30 me gustaba llegar antes. Encendí la radio del auto y de esa manera no escuchar los bocinas del exterior. Solo quería música y la sintonicé en la primera canción que encontré. Coloque las manos en el volante y trate de concentrarme. El auto lo compre con el dinero que logre sacar de la venta de la casa después de la muerte de mi madre producto del cáncer. Ella fue la mujer más valiente. Mantuvo en secreto tantas cosas para no verme mal que al final ya no pudo. Lloré mucho su partida. Ya no tenía a nadie que me apoyará. Ahí fue cuando apareció Ricardo y me ayudo a salir del oscuro agujero que había tomado mi camino.

                Además del auto, compre una pequeña casa lejos de la vida que tenía. En realidad, no era tan lejos, pero ya no estar en el mismo lugar de siempre era lo mejor. Los Andes tenía su atractivo, es una ciudad que esta en crecimiento debido a la minería. Puedes ir a todos lados a caminando. Si bien recordaba cada paso que había dado, ya no sacaba nada con seguir en un lugar donde solo me traía recuerdos malos y no me dejaría avanzar.

                Llegué al colegio cinco minutos tarde y maldije a Ricardo en mi interior por hacerme comer tan temprano. Trabajaba con la asistente social, ella estaba a cargo de un programa donde becaban a algunos niños de escasos recursos que postulaban para iniciar sus clases en el mundo privado. Ella ayudaba a conseguir el financiamiento demostrando que aquellos jóvenes tenían la capacidad demostrar a los sostenedores sus logros en el inicio prematuro de las artes. Había músicos, bailarines, cantantes, deportistas y gimnastas. De donde venían, les era imposible solventar los gastos que conllevaba dedicarse a estas disciplinas, es aquí donde entramos nosotros. Me gustaba ver como avanzaban en sus pequeñas vidas, más aún se sentían apoyados. Sus familias eran los mas felices y cada vez que podían nos llevaban algún regalito de agradecimiento.

                Alicia, la asistente social era una mujer de alrededor de 45 años, nunca me había atrevido a preguntarle su edad, eso no me importaba. Llevaba 20 años en el mismo lugar de trabajo. Ya conocía donde ubicar los futuros talentos y era una persona muy agradable, eso era típico en el rubro. Cumplía a la perfección el perfil de la asistente social, ya que siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. Ella era la tía de Ricardo, y conocía mi historia, bueno, una parte de ella. Cuando la conocí obvié muchos detalles que ya no quería recordar, sin embargo, entendió que cuando llegará el momento yo abriría mi corazón y dejaría que todo mi peso de lado. Al igual que Ricardo, me entendía. Entendía mis silencios, entendía mis gestos, no hacían falta las palabras.

En el tiempo que llevaba trabajando ahí, me encariñe con varios chicos, muchos de ellos no pudieron seguir en el programa, ya que las exigencias eran altas y los sostenedores querían resultados y si no los veían los niños debían salir del lugar. Es aquí cuando intercedíamos por ellos y para darles segundas oportunidades. Aún recuerdo al primer niño que ayude, Benjamín, le decían Benji le gustaba mucho jugar a la pelota en su antigua escuela y en una de las visitas que hicimos a su hogar, quede sorprendido al saber que vivía junto a sus tres hermanos en una pequeña casa que solo tenia dos habitaciones. A. ver estas realidades me di cuenta que hay gente que puede vivir y seguir. Al ver su sonrisa cada vez que jugaba por el equipo del colegio, me alegraba, me hacia sonreír. Ricardo decía que iba a traer un día a ese niño a comer para puro verme reír. Yo respondí con “cállate”.

- ¡Daslav! Pensé que ya no llegabas- Alicia estaba en su escritorio revisando unos documentos. Siempre iba muy bien arreglada, me hacia recordar a Anita. ¿Qué será de ella?
- Marque mi entrada con solo cinco minutos de retraso, esta vez su sobrino no saldrá victorioso. - Si algo quedaba de mi antiguo yo era la puntualidad, odiaba llegar tarde algún lugar, mas aun cuando se trata de trabajo.
- ¿Cómo esta ese ingrato? Hace tiempo que no me va a ver- le dio un sorbo a su café.
- Cada vez mas pesado, que bueno que usted no tiene que lidiar con él todos los días. - Ella me acerco un capuchino. Todos los días me compraba uno de camino al colegio.
- Podrían venia a almorzar el fin de semana. Claudia estará feliz de verlos- ¿Fin de semana? ¿Salir? Yo tenia pensado en quedarme mirando el techo de mi habitación todo el día o ver la maratón de Harry Potter en el TNT.
- Ya tenia algunos planes que hacer, pero veré si puedo cambiarlos. - Alicia levanto una ceja y río. Sabía que no haría nada interesante.
- Bueno, me confirmas. Ahora debemos terminar este papeleo para los auditores así que ponte las pilas.
- ¡Como diga jefa!

                Trabajar ayuda bastante, soy de los que evita pensar en su vida con el trabajo. Aquí me siento que hago algo bien, y logro despejarme. Algunos lo hacen ejercitándose, otros con dibujando, mi antiguo yo lo hacía escribiendo, pero después de romper mi computador juré que no lo haría más. ¿De qué me sirvió tanto tiempo gastado en expresar en líneas lo que sentía? Solo quedaron ahí, apolillándose.

                Alrededor de las seis de la tarde ya habíamos entregado a los auditores los documentos necesarios sobre los gastos, rendición de cuentas de lo que hemos hecho este año. Le avise a Alicia que saldría a fumar un cigarro y que regresaba en unos minutos. Le compré un café al caballero del negocio de la esquina fuera del colegio y me senté en una pequeña banca en la placita que había junto al colegio. Algunos niños jugaban ahí con sus padres y me fue imposible no recordar como lo hacía con mi madre cuando pequeño. ¿Qué pensará de mí? Obviamente no estaría orgullosa de como he llevado mi vida hasta ahora, pero aun así me apoyaría. Me diría que me sentará junto a ella y con una taza de té comentaríamos lo que sucedía. Sin embargo, los recuerdos ya no dolían tanto. Respiré y encendí el cigarro. El cielo comenzaba a oscurecer y la brisa fría de ese primer día de invierno se colaban por mi ropa hasta llegar a cada parte de mi cuerpo. Aun seguía amando el invierno, la lluvia, los días nublados, la melancolía de esta estación era lo mejor, era como yo, de una existencia triste, pero que debía estar sí o sí. Mire mi celular sin Internet para ver cuánto tiempo había divagado desde que salí del colegio. Debía volver donde Alicia, para saber si necesitaba algo más, pero en ese momento no tenía ganas de hacerlo. Quería quedarme un rato más ahí, observando a la gente caminar apurados a sus casas. Volví a ver el celular y solo habían pasado diez minutos, fueron diez minutos de estar ahí conmigo, en la poca tranquilidad que puedes tener en esta gran ciudad. Me quede mirando una vez mas el celular, pero esta vez fue diferente. Recién me había percatado que el próximo domingo era 27, el cumpleaños de Valentín. ¡Maldito Valentín!












I´M BACK!

     La vida es una montaña rusa, en esta debes disfrutar los grandes momentos que tienes. Sin embargo. en el momento que realmente tienes que aprender a sobrevivir y conllevar todo es cuando la bajada aparece repentinamente. Es aquí donde aprendes a valorar a las personas que tienes siguen a tu lado. Aprendes que quienes se alejaron no lo hicieron por sacarte completamente del camino, si no que estos tienen distintos rumbos y quien sabe si en el futuro vuelvan a reuniese. En las bajadas también aprendes que de cada error cometido debes levantarte, seguir en primera instancia por uno mismo. Aprendes a quererte. Ademas descubres que cada situación te enseña. Como dice Albus Dumbledore:

  "La felicidad puede hallarse hasta en los momentos 
mas oscuros si somos capaces de usar bien la luz."

     No puedo decir que subiré todas las semanas un capitulo, de esta historia, pero si que intentaré hacerlo de una forma periódica. Tal vez todos aquellos que me leían ya no se interesan en historias de este blog y pido las disculpas correspondientes, Cada uno sabe si las toma o no, solo decir gracias a todos aquellos que entraban a diario, por meses, para ver si subía algo. 

     Agradezco a quienes no han perdido la fe en mi y en mis forma de escribir. A quienes me decían todo el tiempo que cuando volvería a escribir y a quienes entendieron. A mi editora, por ser la primera en leer todo y aguantarme. 

    ¡Panda! Siempre has creído en mi y te agradezco que me hayas hecho que lo viera, que puedo hacer lo que me propongo.  

     Estimado Lector, si llegaste hasta aquí, también te agradezco y después de esta entrada se viene el regreso de la historia que muchos quieren seguir leyendo. 

     ¡He vuelto!



Daslav Evans

martes, 25 de octubre de 2016

CAPITULO 31

        Qué podría ser esa llamada que dejo tan preocupado a Valentín? Su cara seguía seria. A través del auricular se oían gritos llamándolo por su nombre, era una mujer.

- ¡Te siguen hablando!- Mi voz rompió su pensamiento. Recogí el teléfono y se lo pase rápidamente.
- ¿Cuándo? ¡La próxima semana! Deberían haberme dado más tiempo. Debo preparar muchas cosas. Está bien. Gracias Alejandra por avisarme.

            Corto la llamada y un silencio rotundo inundó la oficina. Esta vez sentía miedo de preguntar. ¿Por qué su reacción? ¿Qué será aquello de la próxima semana? Los pensamientos más feos se apoderaban de mí mente. Su mirada se conectó con la mía.

- ¿Me vas a decir que está pasando? Llámeme loco, pero cualquiera que haya visto la primera expresión en tu rostro hubiese pesando lo peor.
- ¿Quieres un café?- Su cara se iba relajando de poco y yo era quien estaba con los nervios de punta. ¡Y más encima me ofrece un café!
- No, solo quiero saber qué pasa.
- Hace unos meses atrás, recibí un correo de la administración del hotel Gran Palacio en Argentina. Las cosas no han ido del todo bien por allá.
- ¿En que sentido no van bien? –Esta situación ya me parecía un tanto extraña- Se supone que el Hotel de allá es mucho mas grande que este, debiera estar todo muy bien.
- Unas semanas atrás, recibí algunas quejas del área de finanzas y estas avalaban mis sospechas.
-¿Qué quieres decir?- ¡Bienvenida sea la curiosidad!
- Según la información que manejo, el jefe de esa área ha estado transfiriendo parte de los dineros que ingresan a sus cuentas en un banco en Londres.
-¡Qué! – dije en voy alta- Eso es gravísimo, y… ¿Qué piensas hacer?
- Mi abogado esta a cargo de todo esto en Buenos Aires y ya lo han detenido. Debo hacerme cargo de los tramites y del hotel allá.- Esto no me lo veía venir. ¡Valentín en Buenos Aires!

            Querría disfrutar este día con el, raptarlo para salir de paseo, comer algo en algún lugar o simplemente ir a casa y estar un rato juntos a solas, pero esto cambia drásticamente mis planes.

- Entonces… ¿Cuándo te vas?- La tristeza llenaba cada parte de mi corazón, pero no podía ser tan egoísta. Esto es parte de su trabajo.
- El vuelo sale a las Seis, ya lo han arreglado todo- Mire el reloj en el muro, las tres con veinticinco minutos.
- ¿Quieres que te ayude con algo? ¿Tal vez ir a casa a buscar algo de tu ropa?- Sentía un gran nudo en mi garganta.
- No te preocupes, Alejandra viaja conmigo.- ¿Sabrá esto Leandro?
- Bueno entonces te dejo para que alistes todo y puedas viajar tranquilo. Nuestra celebración queda pendiente hasta tu regreso.- Me levante y me dirigí hacia el para darle un beso de despedida.
- No quiero que te vayas aun.- Tiro de mi y me sentó sobre sus piernas. Me gustaría que me acompañaras.
- Valentín, no puedo. No tengo dinero para un viaje así.- Sus brazos me apretaban fuerte contra su pecho.
- Ya te he dicho que ese no es problema. ¿Vamos?- Sus labios rozaban mi cuello. Sus manos recorrían mi espalda. Me encanta cuando con sus besos me hace sentir pasión y deseo.
- Valentín para, no insistas. Ya habrá un momento para viajar.- Con cada una de sus caricias podía sentir que su erección iba aumentando.- Además estarás muy ocupado para estar conmigo.
- La próxima vez si o si viajas conmigo- Mis manos ya estaban tocando su pene por sobre su pantalón.- Estar así contigo es el mejor regalo de cumpleaños.
- ¿Qué mas quieres que haga en tu cumpleaños?- dije entre gemidos.
- Solo déjate llevar.

            Sus manos recorrían fuertemente mi cuerpo. Valentín desabrocho mi pantalón y lo bajo exponiendo mi erección.

- ¡Eres mío!- dijo con su mano en mi pene.
- Solo tuyo- incline mi cabeza hacia atrás.
- Dame un segundo- Levanto el teléfono e hizo una llamada. –Isabella, estaré ocupado con una llamada, no estoy para nadie y colgó.
- ¿En que lugar esta ella?- pregunte curioso de saber la ubicación de mi archí enemiga.
- En unas oficinas mas allá, no escuchará nada. ¿En que estábamos? ¡Ah si!

            Lentamente masajeaba mi pene, mi cuerpo se dejaba llevar por lo que el me hacia. Sus toques producían pequeñas descargas eléctricas que recorrían mis brazos y piernas. Cerré los ojos y sentí como sus labios y lengua hacían lo siguiente. Una vez mas su oficina era testigo de lo que juntos podíamos hacer, pero esta vez nadie nos iba a interrumpir… eso creo.

- ¡Detente! Me harás acabar- Se levanto y me beso.
- No quiero que te vayas aun, no sin mí.- con su brazo movía algunas cosas de su escritorio dejando un espacio en el. – Acuéstate boca abajo.
Hice caso a sus órdenes y unos segundos después pude sentir como su lengua pasaba por la entrada de mi ano. Valentín sabe como satisfacer cada parte de mí.
- ¿Te gusta?
- Si, todo lo que me haces, me gusta- Los gemidos eran cada vez más fuertes.
- ¿Quieres que te lo haga aquí? – La morbosidad de sus palabras me excitaba- ¿Quieres que te haga el amor sobre el escritorio?
- ¡Si!- grite.

            Comenzó a dilatar mi ano con sus dedos. Primero fue uno y luego dos. Cuando ya estaba listo sentí como la punta de su pene lentamente iba entrando. Sus manos tomaban mis caderas para no perder la sincronía que nuestros movimientos adquirían. Sus gemidos se intensificaban y su fuerte respiración hacia cosquillas en mi cuello.

            Hacerlo sobre su escritorio siempre fue uno de mis sueños que ahora dejaba de serlo, ¡Era real! Introdujo su pene en mi interior. Sus movimientos eran lentos, pero cargados de placer. Valentín sabía cómo complacerme. A estas alturas ya conocía cada parte de mí y lo que me gustaba. Nos complementábamos perfectamente y con gran armonía.

- ¿Esta es tu forma de despedirte?- Le dije entre gemidos. Mire nuestra ropa que estaba esparcida por toda la oficina.
- Es un hasta pronto- Acercó su boca a la mía- No te imaginas las ganas que tengo de que  me acompañes.
- Ya lo hablamos- Sus embestidas eran más fuerte, producto de eso algunas cosas del escritorio cayeron.- ¡Menos mal nadie puede vernos y oírnos!
- ¿No encuentras interesante que alguien pueda vernos?- De solo pensarlo mi morbosidad aumentaba. Imaginar que toda esa gente fuera espectador de lo que estamos haciendo, era excitante.
- Igual me gustaría- respondí ente jadeos
- Lo sé, pero solo yo puedo tenerte. ¡Nadie más! – Sus gemidos pasaron a ser gruñidos intensos, ya no le importaba quien pasara por fuera o quien podía escucharnos.
- ¡Voy a acabar!- dijo a mi oído y tras un grito de placer de ambos, dimos por terminado uno de los encuentros más calientes que hubiésemos podido tener. – ¡Te amo y no me cansare de decirlo!

            Podía notar en las palabras de Valentín que sus sentimientos eran verdaderos, y cada vez lo comprobaba con sus gestos. Se que es apresurado, pero no podía quedarme callado ante esta declaración,

-También te amo.
- Ni te imaginas como me gusta que digas eso.- Valentina beso mi frente- ¡Ya! debemos arreglarnos. Te voy a dejar a tu casa.
- Pero tienes que viajar, no te preocupes, puedo irme solo- La simple idea de que se fuera a otro país, me entristecía.
- He dicho que te voy a dejar y es mi última palabra.

            Salimos rumbo a mi casa. Fue un viaje tranquilo, pero cargado de tristeza. Se iba en el día de su cumpleaños, y no lo iba a ver quién sabe por cuánto tiempo. Sin embargo era su trabajo y no podía ser tan egoísta. La situación en Buenos Aires era bastante seria y él debía estar allá.

            Trata de alejar mis tristeza cantando. A Valentín le gustaba cuando cantaba. No tengo la mejor voz, pero si se me dan las ganas de hacerlo, lo hago donde sea.

- Llegamos- estaciono el auto fuera de mi casa.
- Espero tengas un buen viaje, y me llamas o me envías un mensaje cuando estés por allá.- le tome la mano con fuerza.
- Por supuesto. Y tu pórtate bien- cerro uno de sus ojos. Ese guiño que me encanta.
- Siempre lo hago, tú eres que debe comportarse.
- Siempre lo hago.- una vez más imitaba mis palabras.
- ¡Ya! debes irte. No quiero ser el culpable de que llegue atrasa….

            Mis palabras fueron interrumpidas por su beso. Ese beso lleno de tristeza por la despedida, pero con el dulzor de un reencuentro. Baje del auto y me quede observando como se alejaba al final de la calle. 
           
            No quería entrar aun a casa, no quería sentirme solo. Encendí un cigarro mientras revisaba Facebook en mi teléfono. Tenía una solicitud de amistad de Ryan el australiano. La acepte y automáticamente me hablo por chat.

Ryan
Hola.

Daslav
Hola. ¿Qué tal el viaje?

Ryan
Bien. Me falta conocer a alguien para que me enseñe Valparaíso.

Daslav
Allá encontraras a muchas personas que quieran mostrarte la ciudad. Además que llamas mucho la atención.

Ryan
¿Qué quieres decir?

Daslav
Por que eres un tipo guapo, las chicas te llegaran por montones.

Ryan:
Hahahaha Eso quiero, alguna chica. Y tú, ¿Qué haces?

Daslav
Estoy fumando un cigarro en mi casa. Mi pololo se acaba de ir a Buenos Aires, y he quedado solo.

Ryan:
¿Quieres decir novia?

Daslav
No, tengo novio. Ryan soy gay.

Ryan
Genial. Ya acabo de llegar. Hablamos.

Daslav-.
¡Éxito!

            Se desconectó luego de nuestra conversación. Puede que sea un homofóbico o no, pero fue educado y eso es algo que se agradece en estos tiempos. Tolerancia y Respeto.

            Me quede un rato más en el jardín de mi casa. Me fume otro cigarro. Ya la noche se hacia presente y con ella, el frio.

El mensaje de Valentín no llego esa noche y menos una llamada. Me quede dormido esperando, imagino que llego muy casando y lo olvido.


***


¡Tres días y nada! No responde a mis llamadas y menos mis mensajes. Me estoy entrando a preocupar. Alejandra tampoco ha llamado a Leandro ¿Qué estará pasando?


***


Ya va una semana y estoy cayendo en la depresión total. Si no se nada de ese hombre, juro que viajaré a Buenos Aires solo para poder matarlo. Es decir, mínimo una llamada. No creo que sea tan tonto y haya perdido su teléfono.


***


Van diez días y Valentín brilla por su ausencia… ¿Y si le paso algo malo? Daslav, aleja todos esos pensamientos negativos de tu mente. Debe estar bastante ocupado con los trámites legales en contra de aquel hombre que estaba estafando al Hotel. Aunque no puedo negar que me lo imagino que se tomo vacaciones y esta con cualquiera en aquel país. ¿Cómo no se le pasa por la mente que aquí puedo estar preocupado? La rabia se apodera de mí y me dan ganas de estrangularlo. ¡Valentín ni te aparezcas, por que no te quiero ver ni en pintura!


***


            Nunca pensé que iba a tomarle tanto tiempo arreglar todos esos asuntos. El tema en si era delicado, pero… ¿Era necesario desaparecer así?

            Fui al hotel para ver si Leandro tenía novedades de Alejandra y si la respuesta era negativa, hablaría con Anita. Tal vez ella tendría alguna respuesta o podía contactarse con la gente en buenos Aires.

- Le mande varios mensajes, correos electrónicos y nada. ¡Estos cuicos creen que pueden hacer lo que se les plazca con nuestros sentimientos!- Leandro estaba bastante enojado y podía entender su rabia. No les costaba hacer una llamada para saber que estaba bien. – Aunque a ratos pienso que les hicieron algo, ósea tu me cuentas que viajaron por el tema de la estafa… Y si aquel hombre estaba involucrado en una red de narcotráfico y ahora se encuentran secuestrados. ¡Nos van a llamar para pedirnos dinero y no tenemos ni el uno porciento de lo que nos pedirán!
- ¡No seas ridículo!- No se si lo hacia para hacerme reír o de verdad, pero era inevitable no imaginar a Valentín atado en un silla y un hombre con una pistola apuntando directamente a su cabeza. Un escalofrío me hizo temblar.- Iré a ver a Anita, tal vez sepa algo.
- Ya se lo he preguntado varias veces. Se que le ha dado algunas ordenes con respecto a la administración del hotel.- bajo su voz y se acerco a mi odio- y le dije que me avisara si tenía información de los desaparecidos y por si pedían recompensa por sus vidas.- Solté una carcajada nerviosa. Este hombre no perdía su sentido del humor, ni en los peores momentos. ¿Sera que disfraza sus miedos de esta forma para que nadie lo vea débil?
- Esperemos que no sea tan alta la suma de dinero que pidan. Con suerte me alcanza para tomar la micro- Le seguí la corriente, ya no sacaba nada con enojarme.- Regreso en un momento.

            De camino a la oficina de Anita, fue imposible no sentir nostalgia al recorrer esos pasillos que me acompañaron por unos meses. Varios colaboradores del hotel me saludaron cortésmente. Solo lo hacían por que sabían que era “el pololo” del jefe, aunque igual me gustaba sentirme un poco importante en aquel lugar. Menos mal no me encontré con Isabella. Toque la puerta de la oficina de Anita.

- ¡Un momento!- era la voz de Diego. En el interior se podían escuchar pasos y el movimiento de una silla.- Adelante. Abrí la puerta y para mi sorpresa. Estaba León junto a él.
- ¡Hola! –Salude incomodo.
- Daslav, ¿Cómo estas?- Pregunto Diego.
- Hola- la cara seria de León me observaba. Se me vienen a la mente mil cosas que podían estar haciendo antes de que yo los molestara.
- Bien, gracias.- Metí mis manos a los bolsillos y trate de no mantener contacto con León que no dejaba de verme. – Estoy buscando a Anita.
- Esta en una reunión.- Diego también se notaba incomodo.
- La esperare en recepción, gracias.- me di la vuelta para salir de la oficina.
- Quédate, yo ya me iba. – León tomo una carpeta del escritorio y se dirigió a Diego.- Hablamos mas tarde.- Salió de la oficina sin mirar. ¡Wow! Veo que alguien me odia. Nota para la lista “Hablar con León”.
- Toma asiento- Le hice caso a Diego. Me senté frente a él.
- ¿Cómo han estado las cosas por aquí?- Leandro me mantenía al tanto de mucho, pero nunca era malo tener saber otras cosas.
- Ni te imaginas. Desde que el Valent… el jefe se fue a Argentina. Anita se ha visto cargada de trabajo, pasa en muchas reuniones. Isabella recibe todos los días las llamadas del Señor Henríquez y empieza a ordenarnos- ¿Qué? ¿Puede llamar a Isabella pero a mi no?
- Que bien.- Trate de disimular mi enojo.
- ¡No esta bien Das! Ella se cree la jefa de todos. Anita tuvo que pararle los carros porque era mucho el abuso de poder que se estaba tomando. Ella es solo una practicante.
- Entiendo. – No me salinas mas palabras. Mis puños estaban cerrados. Trate de calmarme y cambiar de tema. Por lo menos ya sabía que Valentín estaba bien. - ¿Qué onda tu con León?
-  Estamos saliendo. Es súper tierno, pero su seriedad es lo que mas me atrae.- Diego sonreía feliz.
- Me Alegro. Sigue adelante y que todo resulte bien. – Me levante, ya no quería esperar mas. – Se me hace tarde, le dices a Anita que pase a saludar.
- Le doy tus saludos.

            Salí con dirección hacia la recepción. Si les hubiese pasado algo, ya todo el Hotel sabría. Debía contárselo a alguien. Leandro estaba atendiendo a una pareja, así que lo espere un rato. Se despidió de ellos con una gran sonrisa.

- ¿Nunca te cansas de sonreír?-le dije mientras me acercaba
- Tengo que ser muy amable y a ti no te haría malo sonreír un poquito.- me revolvió el pelo.
- Tengo novedades- apoye mi cuerpo en el mesón.- Valentín llama y envía las instrucciones a Isabella. Ella es la que ha estado dando las órdenes por aquí.
- ¿La dura?-Leandro se toco el mentón, en forma de pensador.- ¿Cuál será la excusa de ambos para no llamar?
- No tengo idea, pero sabes como que no quiero hacerme tantas preguntas. Ya me duele la cabeza de tanto pensar y si les hubiese pasado algo ya sabríamos.
- Tienes razón, ya habrá tiempo para las preguntas. ¡Oye! Es viernes y mi cuerpo lo sabe, ¡Deberíamos hacer algo!
- ¿Qué tienes en mente?
- Da igual. Te paso a buscar a las diez.
- Bueno.

            Nos despedimos y me fui hasta mi casa. Como llevaba el skate, me fui practicando por algunas calles tranquilas. Necesitaba una desconexión del mundo. No entendía porque Valentín no respondía a mis llamados y aunque tratara de no pensar en eso, se hacia presente en cada momento. Cuando llegue, tendrá que darme algunas explicaciones.

            Cinco minutos para las nueve, Leandro estaba fuera de mi casa gritando. Mi madre lo hizo pasar y como ya era parte del hogar, le sirvió algunas cosas para comer.

- Amo a tu madre, es la mejor.- dijo mi amigo sentado en el sillón con los pies sobre la mesa de centro.
- Ella ya te quiere mucho.- Me senté a su lado.
- ¿Quién no me quiere? – lanzo una carcajada muy fuerte.
- Leandro, el mas querido- Me lance sobre el para hacerle cosquillas.
- ¡No! Para- Leandro gritaba entre risas. – ¡No aguanto!- Me detuve
- No sabía que eras muy cosquilloso.
- Si, mucho. – Dijo entre lágrimas de risa- ¿Estas listo?
- ¿A dónde vamos?- le pregunte.
- El leo tiene nos invito a una junta en el departamento de uno de sus amigos, que es conocido mío. Así que de allá somos.
- Voy por mi chaqueta y nos vamos.

            Salimos con rumbo al departamento del amigo de Leonardo. Tomamos el metro en la estación Las Rejas con rumbo a Los Leones. Ya en el exterior la fría noche hacia doler hasta los huesos. Pasamos a una botillería cerca y compramos unas cervezas y unas papas fritas. No me gusta llegar con las manos vacías.

- ¿Cuál de todos estos edificios es?- pregunte mirando al cielo.
- Ese que esta al frente. Es  en piso quince.
- Menos mal existen los ascensores- Dije sonriendo.
- Subamos.

            Subimos por el elevador, ya le había perdido el miedo a quedar encerrado en uno de estos. Lo bueno en el caso de que pasara es que no iba solo. El piso quince se veía bonito, era un edificio bastante bien arreglado. Leandro toco el timbre, a los segundos abrió la puerta Leonardo.

- Buena hermano, pensé que ya no llegabas.- Los hermanos se abrazaron.
- Nos retrasamos un poco, pero aquí estamos.
- ¿Qué tal Daslav?- Leonardo me dio un abrazo.
- Bien, todo bien.

            Entramos. El departamento era amplio. No tenia sillones, si no que cojines gigantes alrededor de la ventana. Había una mesa llena con sushi, bebidas, cerveza, ron y pisco.  En la terraza estaba un chico, de la estatura de Leandro hablando por teléfono. Nos miro e hizo una seña de que se unía en unos minutos. Se veía bastante guapo.

- El es Bruno, el dueño del depto.- En ese momento entro desde la terraza.
- ¡Buena Bruno! ¿Cómo estas compadre?- dijo Leandro
- Bien y ¿Tu?- se abrazaron. – Estabas perdido, hace rato que no nos veíamos.
- El trabajo, las mujeres y el skate no me dejan tiempo libre- todos se rieron.- Bruno te presento a Daslav.- Bruno levanto una ceja, aquí es cuando tengo que repetir mi nombre mas de una vez.
- Daslav, genial nombre. Un gusto.- ¡Milagro! A la primera.
- El gusto es mío, tienes un lindo departamento.
- Se hace lo que se puede.

            Leandro me sirvió una cerveza. Nos sentamos a conversar mientras esperábamos que llegaran las demás personas. Bruno era un tipo simpático, parecido en personalidad a Leandro.  Era Veterinario y tenía una clínica en el centro de Santiago. Su polola se encontraba en Chiloé, visitando a su padre que estaba enfermo. A la media hora después llegaron varios chicos y chicas. Todos muy agradables. En cuestión de minutos, el departamento estaba lleno. La música de fondo era electrónica, jazz, y algo de pop.

            Me tome otra cerveza mientras hablaba con una chica que estudiaba diseño de vestuario. Tenía grandes planes para futuro, pero había lapsos donde no entendía nada de lo que me decía y me imaginaba el sonido que hacían los adultos en Charlie Brown. Leandro me hizo una seña para que fuera a donde se encontraba él. Me disculpe cortésmente de la chica y acudí al llamado.

- ¿Quieres?- En ese momento mi cara de sorpresa era máxima. En mi vida nunca había visto un pito de marihuana, es decir, en vivo. Me dio miedo y la vez curiosidad de saber que se sentía.- si no quieres, no hay problema.
- Nunca lo he probado.
- ¿Enserio?- Dijo Bruno. Leonardo me miro con cara de asombro.
- ¡Hey! No pongan esa cara que me hacen sentir como un anormal.- Se rieron- Quiero probarlo.
           
            Estaba a punto de hacer algo que nunca pensé que iba a hacer, bueno lo mismo dije con el cigarro y este se volvió en una de mis adiciones. Solo iba a probar para saber que se sentía. Me sentía en confianza, ya que estaba con mi mejor amigo y si me pasaba algo supongo que el no me iba a dejar solo. Observe como Leandro lo hacía, no era muy distinto a fumar. Me lo paso y lo hice tal cual el me dijo. Sentí el olor y sabor de la marihuana, y el humo quemaba mi garganta. No pude aguantar mas y comencé a toser.

- Típico de un principiante- dijo en tono amable Leonardo
- No molestes al pequeño. Esta descubriendo un mundo nuevo.- Leandro me abrazo.- ¿Qué tal tu experiencia nueva?
- ¡Quema!- dije mientras tosía.
- Ya te acostumbraras- añadió Bruno.

            Lo intente dos veces mas y ya estaba aprendiendo la técnica de cómo hacerlo. Según lo que dijeron, esto solo me iba a relajar. Y tenían toda la razón, mi cuerpo estaba como en una nube. Ya no sentía el enojo contra Valentín, ni con nadie. Era una sensación bastante genial.

- ¿Estas bien Das?- pregunto Leandro.
- Si, perfectamente bien. Nunca me habías dicho que hacías esto.
- No lo encontré relevante.
- Bueno, deberíamos repetirlo otro día.
-Si, pero ya es suficiente por hoy- Me revolvió el pelo.- vamos a comer, me dio hambre

            A nuestro alrededor, había gente que estaba fumando tranquilamente. En otro sector estaban los que bailaban y al lado de la mesa estaba yo y Leandro, comiendo. Mi amigo se veía feliz, y al parecer yo también. El timbre sonó y como estaba cerca de la puerta, la abrí. Para mi sorpresa era Alex.

-  Hola Alex. ¿Cómo estas?
- Das, que bueno encontrarte aquí. – Me estrecho la mano.
- Bruno esta bailando.- entro y se saco la chaqueta, en el interior del departamento el calor era inmenso.
- ¿Te trajo Leandro?
- Si. Estoy ampliando mi círculo de amigos. – El nerviosismo de estar con Alex, ya no era problema.
- Genial encontrarte aquí. Te iba a mandar un mensaje, hay una oferta de trabajo en las Torres del Paine, me pidieron a alguien de confianza y pensé en ti. ¿Qué dices?


domingo, 10 de julio de 2016

CAPITULO 30

La semana siguiente comenzó bastante movida. El día lunes mi madre me llamo avisándome que llegaba esa noche a Santiago. Le pedí a Valentín si podíamos ir a buscar al aeropuerto. El avión llegaba a aproximadamente a las nueve de la noche, me paso a buscar a las seis y media. Como siempre su Hyundai Veloster olía a dulce chocolate. Era uno de los placeres que sentía al subir.

- ¿A qué hora me dijiste que llegaba tu madre?- Su tono era distante.
- Creo que a las nueve- Saque el teléfono para revisar WhatsApp- ¡Sí! A las nueve.
- Genial.

            Condujo varios kilómetros sin decir nada. Te amo, te amo, te amo, te amo… Esas dos palabras daban vueltas en mi mente. ¿Alguien puede amar a otra persona en tan poco tiempo? Sin duda Valentín lo hace. Tengo claro cuáles son mis sentimientos hacia él, pero me sorprendía el peso de sus declaraciones. No sabía cómo abordar el tema. Cuando el expuso  lo que sentía, yo no dije nada. Su silencio era en parte respuesta a mi actuar.

- ¿Valentín?
- Dime- Sus palabras eran tranquilas, pero frías.
- Necesito que hablemos acerca de lo que me dijiste.- Quede asombrado por mí no nerviosismo. Mis manos estaban tranquilas sobre mis piernas.
- ¿Por él te amo?- No desviaba su mirada del camino.
- Si de eso. Quiero explicarte que…
- No tienes nada que explicar Daslav. Tengo en claro que no puedes sentir lo mismo que yo. Tal vez me apresure en decirlo, tal vez no, pero es lo que siento.- Esas palabras creo que ya las había escuchado antes.
- Yo te quiero, eres lo mejor que me ha pasado. Y agradezco el haber encontrado tu pendrive. – Su sonrisa ilumino el interior del auto.
- Puedes creer que igual perdí ese pendrive. Solo tenía unas canciones.
- ¡Se suponía que tenía una información muy importante!- Ya no estaba serio.
- Fue una mentira. Sentí un flechazo por ti desde el momento en que te vi. – tomo mi mano. – Aun tenemos tiempo antes de que llegue tu madre.
- ¿Tiempo para qué?- cerré mis ojos como tanto le gustaba imaginado a lo que se refería.

            Los colores del atardecer asomaban lentamente la llegada de la noche. Valentín me llevo hasta un lugar bastante oscuro. El nerviosismo de lo desconocido y la excitación del momento eran una mezcla bastante extraña, pero agradable. Estaciono el auto bajo un árbol,  tomo mi cara con sus grandes manos y nos sumergimos en un profundo beso. Podía sentir como su lengua recorría cada parte de mi garganta. La necesidad de desnudarlo, tocarlo y  sentir su piel se apoderaba de mi. Era ahora de tomar el control de mis actos. Lleve una de mis manos y toque su pene sobre su pantalón. Su miembro estaba completamente duro.

- ¡Esto es lo que me provocas!

            Masajeé por sobre su ropa unos minutos mientras nuestros labios no se separaban. Torpemente intente desabrochar su pantalón, pero me era difícil en la posición que estábamos. Valentín soltó una carcajada y luego sin decir nada lo hizo él. Introduje mi mano en su bóxer blanco y comencé con una lenta masturbación. Valentín hacia lo suyo con su boca, sus besos estaban cargados de pasión, cariño y sobretodo de deseo. Baje su ropa interior dejando expuesta si erección. Sabía que su pene era grande, pero hasta ese momento no le había tomado el real valor a su tamaño, se veía aún más grueso y largo. Simplemente me gustaba todo él.

- ¡Chúpalo!-  me susurro al oído.

            Baje mi cabeza hasta su pene y lo introduje en mi boca. Con leves movimientos comencé a hacerle lo que tanto le gustaba. Una vez más hacerlo en un lugar donde estábamos expuestos a ser vistos aumentaba la morbosidad del momento, aunque el miedo de que ser sorprendidos era superado por la calentura.

- ¡Sigue así!- dijo entre gemidos y levantando sus caderas para introducirlo más en mi boca. Seguí por varios minutos más, Valentín apoyaba su mano en mi cabeza. - ¡Daslav, no pares! ¡Me voy!- Aumente la velocidad de mis boca y un segundo después acabo en mi boca. Ya lo habíamos hecho varias veces, y tragarme su semen era algo que no me producía asco. Me acomode en mi asiento. Lo observe un momento y él tenía apoyada su cabeza en la cabecera de su silla y estaba con los ojos cerrados.
- ¿Estas bien?- pregunte para romper el silencio.
-  Excelente- Abrió sus ojos y se acomodó frente a mi.- Podría decirlo muchas veces, y no me cansaría ¡Te amo Daslav!

     Emprendimos nuevamente el viaje hacia el aeropuerto. Valentín subió el volumen a la radio e íbamos cantando a todo pulmón las canciones de Michael Bublé. Una de sus preguntas rompió nuestro karaoke en el auto.

- ¿No te da lata que tu mama siempre está trabajando fuera de la ciudad?
- La verdad es que ya no. Estoy acostumbrado a que pase el tiempo fuera. Además si no fuera por ella, no tendríamos dinero y yo mucho menos podría estudiar.
- ¿Pero y si tuviera un trabajo mucho más cerca?
- No lo sé, de momento no puedo ser egoísta con ella. Ha tratado de darme todo lo que he necesitado y negarle algo que yo sé que ama es ser demasiado egoísta.
- Entiendo. – Hizo una pausa fijando su vista en la carretera-  Uno debe hacer lo que ama. Se debe sentir la satisfacción personal en lo que trabajas.
- Exacto. Aunque yo no hable tan perfectamente el inglés aun, esto me apasiona. Pensar que en un futuro pueda viajar a Estados Unidos y me poder comunicar con la gente, hace que me guste mucho más lo que estudie.
- Deberíamos viajar a Estados unidos, de hecho estaba pensando en ir el próximo mes para saber cómo están las cosas con mi madre.
- Me encantaría, pero no tengo dinero para ir.- La idea me gustaba pero, no tener los recursos para hacerlo me bajoneaba,
- Pero yo te pago el pasaje, por eso no te preocupes.- Sonreía y pasaba su mano por su cabeza.
- ¡No! Eso es demasiado.- No me podía permitir que el pagara mi pasaje en un viaje así. Era demasiado compromiso.
- Ya hablaremos de eso.
- De verdad Valentín, sé que es un gran gesto de tu parte, pero no puedo aceptarlo. Quiero que mi primer viaje al extranjero sea producto de mi esfuerzo.

            Viajar con Valentín podría ser una de las mejores experiencias en mi vida, pero que el costeara todo no me parecía. Tal vez dentro de un año pueda tener todo y hacer realidad mi gran sueño.

            Mi madre estaba feliz de vernos. La abrace tan fuerte. A pesar de que fueron tan solo unos pocos días de no verla, sentí que fueron meses. Incluso la vi más delgada. Salimos del aeropuerto y Valentín nos llevó a comer. Mi madre y yo nos opusimos, pero después de su larga insistencia, accedimos. Mi madre lo dejo invitado para que fuera a comer a nuestra casa en los próximos días.

            Ya en mi hogar, nos quedamos un momento en el exterior. El frio hacía dolor mis huesos. Mi cuerpo temblaba. Valentín noto mi estado y me abrazo. Sentir su olor, su calor era lo mejor que podía tener. Tras un beso de despedida, se marchó.

           
           
El gran día llego, 27de Junio, cumpleaños de Valentín. Era una de las fechas que había esperado desde hace mucho tiempo. En mi mente daban vuelta muchas ideas para celebrar. Quería hacer de este día fuera diferente, que lo recordará, pero igual estaba el la posibilidad de que Valentín se molestara, como dijo Diego. ¿Por qué no le gustará celebrar su cumpleaños? ¿Cómo puede existir alguien que le guste pasar por alto esta fecha?

            Los días anteriores, pase mucho tiempo con Valentín, por lo cual no tuve la oportunidad de comprarle algo. Así que decidí salir temprano e ir por ese obsequio. Me baje de la micro y corrí  hasta la estación Las Rejas la lluvia no daba tregua. Odio salir con paraguas, porque al final se convierte en una molestia y amo mojarme. La gente se amontonaba y avanzaba rápido para no empaparse. A pesar de que los viajes son apretados, prefiero mil veces este medio de transporte que las micros. Bueno, si pudiera caminar lo haría.

            Me coloque los audífonos y me sumergí en mi mundo, olvidándome de todo lo que sucedía. Solo veía el movimiento de los labios de la gente. El llanto del aquel bebe era opacado por la canción Chasing Pavements de Adele. En mi cabeza daban vueltas las siguientes preguntas ¿Qué debía comprarle a Valentín? Mi presupuesto no era alto ¿Una camisa tal vez? ¿Un perfume? ¡Ahhhhhh! ¡Me siento indeciso!

            Baje en Estación Central. Estaba lo mas cerca del Mall Alameda, ahí buscaría algo. Camine hacia la salida, pero un joven con una gran mochila obstaculizaba el paso. Al darse cuenta de mi insiste mirada para que se quitara del camino se volvió y pregunto.

- Hola. No chileno- se notaba que no lo era. Su piel era muy blanca y su cabello bastante rubio. Era alto y se había dejado la barba. Sentí lastima por el. Me imagino que es no estar en tu país y peor aun pedido.
- ¿A dónde vas?- Le pregunte, pero solo levanto su ceja. No entendía nada de lo que le dije, y eso que fueron unas pocas palabras. Me mostro una foto, era el Palacio de La Moneda. Algunas personas pasaron molestas a nuestro alrededor. Entendía su enojo. La mochila de aquel extraño ocupaba gran parte del andén.- ¡Ven!- Le tome del brazo y le hice una seña para que me siguiera.

            Caminamos hasta donde venden los boletos. Me sentía con la necesidad de ayudar a aquel extraño. Decidí poner a prueba mis conocimientos en ingles.

- ¿Hablas ingles?- le pregunte lentamente.
- ¡Si!- contesto dejando ver una gran sonrisa. Se alegro de saber que alguien por fin podía entenderlo.- Soy de Australia.
- ¿Hacia donde vas?- Estaba nervioso, el ruido en aquel lugar era bastante y eso perjudicaba mi conversación.
- Debo ir a Valparaíso.- Imagino que venia de La Moneda.
- Si quieres te acompaño, así no tienes problemas.
- ¿No estas ocupado?- Mire mi reloj, eran las 11:58. De todos modos Tendría que ir a ver al Valentín mas tarde. Así que tenía tiempo.
- Tranquilo. Me Llamo Daslav – extendí mi mano para estrecharla.
- Soy Ryan.

            Salimos de la estación  y corrimos para adentrarnos en el Mall Paseo Estación. Lo más cerca para que Ryan pudiera tomar su bus a Valparaíso. En el camino no hablaba mucho, solo miraba cada una de las tiendas asombrado. Imagino que debe estar grabando cada parte de la ciudad en su memoria. Me ofrecí para ir a comprar su boleto, para hacerlo mas fácil.

- Espérame aquí, regreso en un momento.- Lo deje sentado en una banca.

            La fila era extensa. Había alrededor de diez personas y esta avanzaba a paso de tortuga. Cada Cierto tiempo me volteaba para mirar a Ryan. El parecía un pollito sentado en aquel lugar. Se veía bastante asustado. ¿Así me sentiré cuando este en New York?

            Era mi turno para comprar el pasaje:

- Quiero un pasaje de ida a Valparaíso.- La Mujer no quitaba su vista de la pantalla.
- Los Buses a Valparaíso se toman en el terminal Alameda- Por fin despego su vista.
- ¿Qué? ¿No se supone que salen de acá para luego ir a ese terminal?
- Exacto, pero estamos tratando de descongestionar esta terminal. Así que debe dirigirse a ese lugar.- Menos mal que estoy acompañando al australiano. Ahora si que se pierde solo.
- Pero ¿Puedo comprar el pasaje aquí?- la mujer tenia cara de pocos amigos.
- Si puedes, pero el primer bus sale a las 16.30
- ¡Wow! Que tarde. Bueno deme uno, cualquier asiento.

            Al caminar donde estaba Ryan, grande fue mi supresa al ver que no estaba solo. Junta a él, había una gitana. Apresure el paso imaginado que aquella extraña le estaba por quitar todo el dinero al australiano.

- Paisano, préstame tu mano para leerte la suerte.
- ¿Qué?- su cara de susto era tierna. La gitana le tomo la mano. Ryan era lindo, pero el ser extranjero lo hacia una presa fácil. El intentaba soltarse, pero la mujer no lo dejaba.
-  Ryan nos tenemos que ir. – Le dije tomando su mochila. Estaba muy pesada, pero no mostré debilidad.
- Ella no se que quiere con mi mano. – La mujer nos observo asombrados por hablar en otro idioma. Sus ojos se abrieron  y lo soltó.
- Camina rápido hasta que yo te diga.-  Ahora si el australiano me miraba asustado.
- Solo quiero verle la suerte a tu amigo- dijo la gitana frente a mí.
- Nos tenemos que ir, lo siento.- Trate de ser lo mas respetuoso, solo quería irme de ese lugar y no podía dejar a Ryan con ella. Mi consciencia no me lo permitiría.

            Caminamos sin decir nada hasta bajar la escalera mecánica hasta perder la gitana de vista. Mi corazón saltaba con rapidez. El recuerdo de  una mala experiencia con una de ellas hace varios años atrás.

- El Bus sale a las 16.30 y hay que tomarlo en el otro terminal.- le dije recuperando el aliento.
- ¿Esta muy lejos de aquí?- pregunto observando el papel que le había pasado.
- Solo un par de cuadras.
- Muchas gracias por todo lo que has hecho por mí.
- Tranquilo. Mira te llevaré hasta allá para que no te pierdas.
           
            El trayecto con la mochila era incomodo. Si lo hubiésemos hecho en metro, seria aun más. La poca gente nos miraba feo por transitar con tremendo bulto. Por lo menos la lluvia había cesado. Llegamos hasta un asiento vacio del terminal.

- Debes esperar que llegue el bus. Aun te quedan un poco más de tres horas. ¿Estarás bien?
- Si, has sido de gran ayuda- Me lo dijo con una gran sonrisa.
- Bueno me tengo que ir.- Se levanto y me dio un gran abrazo. Se notaba que no era una mala persona. El sonido de su estomago nos distrajo.
- ¿Comiste algo esta mañana?- Le pregunte.
- No he tenido tiempo- dijo revolviéndose el pelo.
- Mira, no se si quieres, vamos a comer algo. Yo también tengo hambre, y luego me acompañas a hacer mis compras.
- ¿Y mi mochila?
- La dejas en ese lugar. Es una custodia, para que sea más fácil.

            Dejamos el bolso. Y nos fuimos de regreso hacia el Mall Alameda, fuimos directo al patio de comidas. Compramos unos completos, bebidas, papas fritas y empanadas. No iba a dejar que se fuera sin comer buena chatarra de Santiago. Ryan no me dejo pagar. Estaba agradecido de mi ayuda. Así que lo acepte.

            Ryan Tiene 29 años. Me conto que vino a Chile para conocerlo desde norte a Sur. Le robaron su bicicleta en La Serena. Según el fue para mejor por que tendría que andar con mas peso por las calles y ya se había acostumbrado a andar a pie. Le gusto Santiago sobre todo el Cerro Santa Lucia y el san Cristóbal. Ahora quería ver Valparaíso y sus casas pintadas con esos hermosos colores. Mientras lo escuchaba me daba cuenta de los detalles simples que para otras personas eran hermosos, pero que muchos no le daban importancia.

- ¿Qué haces en Australia?
- Trabajo en la armada. Soy parte de la milicia
- ¡Groso!
- Gro… ¿Qué?-  Su mirada era confusa.
- Genial. ¿Y porque chile?- pregunte. El se rio.
- Por que hace tiempo un colega vino y me dijo que debía conocer ciertos lugares de este hermoso país. – Le dio un sorbo a su bebida - Pedí permiso y mis vacaciones para hacer este viaje. No creo que alcance a recorrerlo entero, pero haré el intento.
- Yo viviendo acá, es poco lo que conozco.
- Ya tendrás la oportunidad. Bueno, esta demás decir que si algún día si vas a Australia, ya tienes donde llegar.
- ¿Si?
- Si, te mostrare todo. Así que la invitación esta hecha.- Debo anotar Australia en mi lista de países por recorrer.
- ¿Qué debes comprar?- Pregunto terminando su hamburguesa.
- Un regalo para mi novio.- Sus ojos se abrieron, estoy acostumbrado a que la gente haga eso cuando termino una palabra con o en vez de a. – ¿No te molesta que sea gay?
- No, para nada.
- Es que pusiste cara de asombro.
- No imagine que lo fueras. – Cerró uno de sus ojos en buena onda- ¿Qué le compraras?
- No lo se. ¿Vamos?

            El australiano era una persona que irradiaba confiabilidad. A nuestro alrededor la gente nos observaba, ya que Ryan hablaba muy fuerte. Su forma de decir “Weon” me daba risa. En el tiempo que llevaba en Chile, era lo que mas había aprendido. De vez en cuando el le guiñaba el ojo a alguna chica solo para sonrojarla y lo conseguía. Fue una tarde divertida.

            Entramos en una tienda de ropa formal y decidí ir por una corbata, era un pequeño presente pero se que Valentín lo iba a ocupar. El ama usarlas. La Vendedora se acercaba en constantes ocasiones al lugar donde veíamos los accesorios solo para ver a Ryan.

- Llevare esta- le dije al australiano mostrando una corbata de color negra con franjas lilas.
- Es bonita- pero no lo decía por lo que le mostraba, si no que lo hacia mirando a la vendedora. Voltee para mirarla. Ella estaba atendiendo a otro cliente.- Vamos a pagar.

            Nos acercamos a la caja y la chica tenia las mejillas rojas.

- Llevo esta. Una consulta, la puedes envolver para regalo.
- Emmm si. – Ryan no dejaba de verla.
- Dile que es hermosa.- La Vendedora lo miro sin entender.
- Mi Amigo dice que eres hermosa.- Si las mejillas estaban rojas, ahora ese color estaba por toda su cara.
- Gracias.- En ese momento se le cayó de las manos el vuelto que me iba a entregar. Ryan dio un salto para ayudarla. Le agradeció el gesto y ambos se miraron. Ella me entrego el regalo. – Le puedes decir que el también lo es.
- Dice que eres bonito- Ryan se acerco a la chica, le tomo su cabeza con las dos manos y le dio un beso. El australiano era todo un conquistador. Fue una escena digna de una película romántica. La chica enamorada a primera vista del hombre que se iba y que nunca iba a regresar Era como un final de libro que tanto me gusta, cuando sus protagonistas no se quedan juntos.

            Nos retiramos de aquel lugar. La chica entendió que era un amor fugaz, una experiencia más en su vida. Uno de sus mejores momentos y que nunca iba a olvidar a aquel hombre que le robo ese beso.


Faltaban quince minutos para que el bus a Valparaíso partiera. Ryan no paraba de agradecer lo bueno que fui.  Solo lo hice por que me puse en su lugar por si me hubiese pasado lo mismo en el extranjero. Recibir ayuda es genial mas aun si estas perdido.

- ¡Agrégame a Facebook!- Dijo el australiano colocando su mochila en su hombro.
- Toma, búscate- Le pase mi celular y el busco su cuenta y envió una solicitud de amistad.
- Cuando tenga acceso a internet te acepto y seguimos conversando.
- Bueno.

            Nos abrazamos y dimos por terminada esa amistad flash que se produjo. Ryan se subió al bus. Este se marcho exactamente a las  16.30. Quizás nunca mas lo vea, pero me gusto conocerlo. Hizo distinto mi día.

            Tome nuevamente el metro en la estación Universidad Santiago de Chile con dirección a La Moneda. Era tiempo de ir a ver al cumpleañero. No había llamado a Valentín en todo el día. Quería darle la sorpresa de visitarlo en su lugar de trabajo. Una sensación extraña me envolvía en aquel lugar. No quería encontrarme con Isabella. Sin embargo iba a ver a Leandro, Diego y Anita. Si es que los veía por que la prioridad era Valentín.

            En la recepción estaba mi amigo, al verme su cara de aburrimiento cambio drásticamente a una gran sonrisa.

- ¡Das! Ese milagro tenerte por acá- Nos abrazamos
- Vengo a saludar al jefe por su cumpleaños.
- Genial a ver si cambia su carita.
- ¿Crees que este así por su cumpleaños?- le pregunte a Leandro.
- Tal vez si, tal vez no. – Levanto sus hombros- solo tu puedes arreglarlo- movió sus cejas rápidamente.
- ¡Menso! Voy a verlo, al rato hablamos.

            Subí en el ascensor del terror. Mis recuerdos de aquel día en que me quede atrapado volvían a mi mente. Si no fuera porque iba la señora del aseo conmigo, entraría en pánico.

            Cuando salí, mi corazón se tranquilizo, aunque duro poco. De la oficina de Valentín salió Isabella. En sus manos llevaba varias carpetas, se detuvo en seco. Al verme se le cayeron algunas. En una acto de estupidez me agache, las recogí y se las devolví. Sin decir gracias subió al elevador. Hay personas que no cambian.

            Toque la puerta de Valentín.

- Adelante- dijo el.

Entre y grite:

- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

            Tras cantarle, y ver como su cara de enojado pasaba lentamente a un poco más divertido, le di un beso y un gran abrazo.

- Es un pequeño presente.- le entregue el regalo. Me acorde de Ryan y la vendedora.
- No tuviste que molestarte. Tú sabes que no me gusta mi cumpleaños.
- Pues, a mí si me importa. Así que ábrelo. Espero te guste.

            Sus ojos le brillaron al ver la corbata.

- Es hermosa. Gracias.- Nos besamos.
- Es pequeño, pero con gran cariño.- le guiñe un ojo.

- Para mi es un gran gesto.- El teléfono de su oficina sonó- Dame un segundo. Valentín Henríquez… ¿Qué sucede?- su tono de voz paso de feliz a preocupado y luego a aterrado. Otra vez la historia cambiaba rápidamente. Valentín dejo caer el teléfono al suelo.